viernes, 16 de marzo de 2012

Retrato de Fernando Hinestrosa, fallecido rector del Externado

A continuación presento un artículo publicado por el diario el Tiempo el 15 de marzo de 2012, de la autoría del Dr. Juan Carlos Henao, actual Presidente de la Corte Constitucional, fecha en la cual el señor Rector Fernando Hinestrosa hubiese cumplido sus 81 años de edad.

Juan Carlos Henao recuerda al jurista, quien murió el pasado 10 de marzo en Bogotá. Los seres humanos libres viven y mueren en paz consigo mismos. Ello ocurrió con Fernando Hinestrosa.
Junto con su padre, mentor y escultor de su prodigio, nació en una familia ilustre y digna pero humilde. Sin riquezas, sin bienes materiales, tan solo con exiguos salarios que permitieron a don Ricardo formar a sus hijos en la austeridad propia de sus creencias radicales, austeridad definitoria de aquel Externado que recibió de sus fundadores perseguidos por la Regeneración de Núñez y el dogmatismo de la Constitución de 1886.
Y dicen que la historia se repite, por fortuna -creemos algunos- con la posibilidad de mejorarla, como en los ritmos del Bolero de Ravel, que incrementan en cada movimiento fuerza e intensidad. Ese fue el caso de Fernando, su hijo predilecto.
Inició y culminó sus estudios de bachiller en el Colegio San Bartolomé con los jesuitas, lo cual lo llevó a tener durante su decurso vital, a pesar de sus propias y acendradas creencias laicas, amables pero críticas relaciones con la religión y lo que la representara.
Su primer hogar le otorgó una infancia rodeada de afecto excelso, de cultura infinita, que sentía y escuchaba en las interminables tertulias que su padre tuvo siempre con mentes brillantes, con ilustres académicos, con humanistas, en las cuales se cultivaba la universalidad del pensamiento.
Solía, durante su adolescencia, acompañar a su padre los fines de semana a un modesto hotel en Girardot, para nutrirse de su savia, para compartir con él sus inquietudes y pensamientos, buscando escapar de la desventura del penoso estado de coma vegetativo en el que cayó su madre, padecido durante largos años, que lo forjó frente a la tragedia y le enseñó a moldear sus fatales designios.
De este hogar, que si acaso podría separarse del que lo vio nacer, pasó a presidir el que en el transcurso de su vida se convirtió en su segundo hogar, la Universidad Externado de Colombia. Su llegada a la rectoría, aunque prematura,con tan solo 31 años de edad, era un hecho natural que marcaría profundamente su existencia.
Habiendo sembrado de niño árboles de la mano de su padre en el terreno que hoy ocupa su universidad, se forjó el reto de hacer de él un bosque hermoso, construido con la paciencia y la perseverancia de las cuales dan fe las emblemáticas palmas de cera -símbolos de su espíritu visionario-, que dentro de los centenares de especies allí siguen y seguirán sembradas y en crecimiento.
Al igual que lo que ocurrió con el bosque, a la universidad la engrandeció hasta no más, hasta convertirla en un ejemplo de Educación para la Libertad -como reza su lema actual-, de virtudes, de claustro para la expresión del libre pensamiento, de tolerancia, de pluralismo, de valor supremo de la democracia, de la crítica y la no adulación, del respeto de las minorías, siempre bajo su máximo y originario lema del post tenebras spero lucem.
Este segundo hogar se ligó indisolublemente con el que formó con su esposa, Consuelo. ¡Qué adoración la que le prodigó durante más de cincuenta años, hasta el día en el que a su lado falleció!
Fue su compañera de viaje, su ternura, su amor, su confidente. Con ella, que sin excepción estuvo a su lado en sus travesías a más de cincuenta países en el mundo, compartió museos, historias, arquitecturas, que recrearon siempre su espíritu universal. De tan bella unión nacieron sus tres hijos, Roberto, Fernando y Martha, a quienes educó con los mismos parámetros de su ideario y a los que les transmitió el amor filial, que pasó a toda su familia y que cobijó también a la externadista.
Su faceta humana familiar, amable, generosa, tierna, afable y consejera, pero jamás entrometida, fue recordada por su nieta María en el discurso de su despedida cuando en correo familiar le decía a esta adolescente: "Qué tediosa y aburrida sería la vida si uno supiera de antemano su futuro. Amar lo incógnito, disfrutar de lo desconocido. Tomar el destino como se vaya presentando".
Su vida transcurrió bajo el designio de los iluminados, con el tesón de los disciplinados, con la dedicación de los que tienen por misión impulsar la perfectibilidad humana desechando una visión apocalíptica que parte de la perversidad inherente a nuestra especie, con el sentimiento originario de los humanistas, con la creencia en la educación como forma de superar y democratizar las sociedades, con el respeto por la exquisitez del lenguaje y de su profundidad, con la curiosidad vital propia de la infancia para acercarse lo más posible a lo universal, con la compañía esencial de las artes, la música y la literatura como fuentes de engrandecimiento del ser humano, con su visión histórica del presente.
La vida de Fernando Hinestrosa es patrimonio del Externado de Colombia y se reproduce en la patria y en el extranjero. Su ideario no solo lo fue del Externado. También lo fue y lo ha sido el de Colombia en sus momentos aciagos, dictatoriales, con tendencia al mesianismo. La noción de libertad, de rechazo a los oprobios, a las dictaduras y a lo que ellas encarnan, de respeto por la alteridad, lo marcó siempre.
Bellas palabras dijo en 1963, cuando se posesionó como rector: "La libertad es algo que ennoblece y hace digna la vida (...). Pero ¿cuál libertad? ¿La de aherrojar al contrario, la de oprimir al débil, la de sobresalir a expensas del dolor y la miseria ajenos? Nuestra concepción es vital; exige conciencia de nuestra ubicación cultural y represión de nuestros instintos. No es libre sino quien se domina para entender y amar a sus semejantes y toma la existencia como una superación cotidiana; únicamente es libre quien, "ante todo, (tiene la) convicción de que la libertad no se recibe sino que se conquista y se adquiere solo con su ejercicio, a poder de trabajo, aprendiendo en la propia experiencia, formándose cada cual y cada cual contribuyendo a la formación de los demás".
En la que llamó su más grande y significativa distinción académica recibida, el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Panthéon-Assas, en el 2010, dijo: "Recordando mi recorrido, no encuentro justificación distinta a este homenaje que mi perseverancia inalterable en el credo de la libertad y de la democracia, en la pasión por el estudio, la difusión y el ejercicio del derecho, y en la educación de la juventud. Mi formación universitaria transcurrió en el marco del positivismo científico. Un día, la tentación totalitaria me invadió, ilusionado por la voluntad general capaz de responder a las exigencias de igualdad efectiva y de suprimir las discriminaciones. Pronto el espíritu republicano se impuso para reorientar y conservar mi aspiración liberal".
Su devenir y muerte fueron fielmente reflejados en su ceremonia de despedida, en el poético y profundo discurso de Emmilsen González de Cancino, en representación de los profesores; en el sentidísimo de María, en la de su familia; en el del estudiante que leyó un texto escrito por Hinestrosa, como si fuera una premonitoria despedida. Ceremonia solemne pero austera, laica, elegante, pura, florida, engalanada por la interpretación de músicos como Mozart, Scarlatti y Purcell, delicadamente interpretados por la Sociedad Coral Santa Cecilia, así como por los hermosos cánticos arhuacos que vinieron a rendirle tributo y a recordar su respeto por las minorías. Dicha ceremonia, concurrida hasta no más, así como la reacción nacional ante su muerte, refleja lo que un país y quienes tuvimos la suerte de conocerlo hemos sufrido con su desaparición.
No hay duda, murió alguien genuinamente importante. Alguien que tenía un poder inmenso, un poder sin límites, porque era el poder auténtico, el que solo se predica de las mentes preclaras, el que hace historia, el único que engalana: el de la autoridad moral y el de la sapiencia.
Dicen que al sabio lo caracteriza la erudición y al maestro, la ética. Descanse en paz, sabio Maestro. Su legado continuará porque cuando muere un maestro, su sabiduría perdura y trasciende.

¿Quién es Juan Carlos Henao?
Abogado de la U. Externado de Colombia, especializado en Derecho Administrativo, máster en Derecho Público Interno Francés de la U. de París y doctor en Derecho de la U. de Panthéon-Assas París 2. Como presidente de la Corte Constitucional, manejó el debate que terminó en la legalización de las uniones de parejas del mismo sexo.
Juan Carlos Henao
Especial para EL TIEMPO

Artículo e imágen tomadas del díario el tiempo


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